Saca las vendas espirituales.
Nuevamente Jesús se presenta con un milagro de proporciones en un día sábado y saca las vendas espirituales no solo del ciego. Sanó a un hombre ciego de nacimiento y conocidos por todos. Luego, los fariseos se acercaron al hombre para interrogarlo y descubrir el origen del “truco”. Como no pudo decir nada en contra de quien lo había sanado, fue expulsado de la sinagoga.
Jesús se le acercó nuevamente y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios? Pues el que has visto y el que está contigo ahora, Él es” (9.35). De esta manera, sin ser suficiente la sanidad física, Jesús lo sana espiritualmente y le saca las vendas espirituales que le impedían ver al Hijo de Dios. Lo restaura y con la verdad, elimina las mentiras.
Cuando Jesús resucitó, se acercó a unos hombres que iban en el camino entristecidos por la muerte de Jesús, quien los liberaría de la opresión romana. Al menos eso creían ellos. Sus ojos no podían ver a quién iba con ellos. Estaban enceguecidos, aunque veían. No se dieron cuenta hasta que llegaron a una casa y Jesús partió el pan y les dio. En ese momento, pudieron ver a su compañero de viaje y lograron abrir sus ojos espirituales para reconocer que Jesús estuvo al lado de ellos.
Jesús da vista a los ciegos como yo.
El salmista dice que el Señor da vista a los ciegos y yo era una. Nunca he tenido problemas en los ojos, pero por muchos años no lo pude ver. Jesús vino a recuperar nuestra vista y nos ha permitido conocer los misterios del Reino. Cuando nos volvemos a Jesús, el velo de nuestros ojos es quitado y podemos ver las riquezas que ha dispuesto para nosotras.
Cuando Eliseo y su criado se enfrentaron a un ejército que venía por ellos, Eliseo oró a Dios para que abra los ojos de su criado y pueda ver que no estaban solos. El monte estaba lleno de caballos y carros de fuego que venían a protegerlos.
El temor cuando no podemos ver.
A veces vivimos la vida con ceguera espiritual y nos llenamos de temores porque no podemos ver. Cuando reconocemos a Jesús como el único que puede sacar nuestras vendas espirituales, pasamos de la oscuridad a la luz que viene de Él. Vivamos, pues, como mujeres de luz, sin temores, con la frente erguida sin vergüenzas, y mostrando la luz a otros que la necesitan tanto como nosotras.
Hoy Jesús se acerca a nosotras para que le veamos a Él como dador de la vista espiritual y podamos reconocer que ha estado a nuestro lado siempre.