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RENUNCIAR: Una vida de perdón
Por Carolina Neira Campos

Hola a todos, hemos estado recorriendo la difícil colina del perdón. He creado una serie de seis episodios donde estamos viendo los pasos que debemos dar para aprender a tener una actitud perdonadora. En este episodio quiero compartir contigo lo que he aprendido sobre RENUNCIARAunque una colina puede ser una perfecta ilustración para este proceso, asimismo, la belleza de llegar a la cumbre y admirar el paisaje es la comparación perfecta que se siente al momento de extender el perdón y ser libre de esas cadenas.

Del acróstico P.E.R.D.O.N. hemos visto: PENSAR, que nos invita a traer a nuestra mente tanto el daño como al agresor, para saber qué tratamiento será el más apropiado para sanar la herida. También vimos ELEGIR, que nos ha llevado a enfrentar disyuntivas, aconsejándonos que optemos por la justicia de Dios antes que la nuestra y la paz interior antes que la tormenta.

Algunos te dirán que perdonar es un signo de debilidad, pero el creador del perdón te dice que más bien es una muestra de amor y valentía. De esa manera nos libramos del poder destructivo de la ira y el rencor.

RENUNCIAR AL DERECHO DE VENGANZA

Entonces, ¿a qué debemos RENUNCIAR? RENUNCIAMOS al derecho de venganza. 

Tal vez podrías sentir la atracción de optar por el desquite en contra de esa persona que te hizo algún daño. Has estado pensando la manera de causarle algún sufrimiento por la responsabilidad de la ofensa recibida. Lo único que lograrás con eso es generar un ciclo interminable de represalias y cadenas que nunca se cortan. Además, la venganza no te asegura satisfacción o alivio emocional. Seguramente, perpetuará un círculo vicioso de violencia y odio, sin resolver el conflicto que dio origen a tu resentimiento.

San Pablo debió enfrentar en varias ocasiones los conflictos de las comunidades que iba creando. Debemos entender que donde haya más de una persona, habrá que resolver pugnas. Incluso me atrevo a decir que basta una persona para que ya haya peleas… San Pablo tuvo que encarar malosentendidos, arrogancias, ansias de poder, y otros motivos. Y así les dijo: “Queridos hermanos, no busquen la venganza, sino dejen que Dios se encargue de castigar a los malvados. Pues Dios dice: «A mí me toca vengarme. Yo le daré a cada cual su merecido.» (Romanos 12.19). 

OJO POR OJO…

Quizás venga a tu mente el conocido refrán extraído del Antiguo Testamento: Ojo por ojo, diente por diente (Éxodo 21.24-26). Más que un simple refrán es parte de la ley mosaica, que pretendía dejar en manos de las personas el derecho de hacer justicia retributiva de manera proporcional al daño. En efecto, la ley sigue diciendo: “…mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe”. Sin embargo, como era de esperarse, las personas no correspondían al daño, sino que llevaban la venganza más allá de una manera desproporcionada. Me encanta cómo Dios mismo toma la justicia y se venga por nosotros. Así dijo: “Yo mismo me haré cargo de quienes dañen a mis hijos, pues quien los dañe es como si me pincharan los ojos” (Zacarías 2.8, paráfrasis). 

El salmista lo entendió. Al ver las injusticias y atrocidades que estaban experimentando, le pide a Dios que se haga presente. Delega la venganza a quien realmente será justo y hará lo que debe hacerse: “Oh Señor, Dios de venganza, oh Dios de venganza, ¡haz que tu gloriosa justicia resplandezca!” (Salmo 94.1).

Tomar la venganza en nuestras manos, es decir, buscar la compensación del daño según nuestros propios parámetros es como decirle a Dios que su justicia es insuficiente: Dios, realmente no has sabido manejar esta situación, se te fue de las manos. No has sido justo y me has dejado en vergüenza sin hacerte cargo de mi caso. No me bastas, pero tranquilo, me haré cargo. ¿No será mucha arrogancia? ¿Acaso es sabio ponerse en el lugar de Dios?

LO QUE LA BIBLIA NOS DICE SOBRE RENUNCIAR

Una y otra vez la Biblia nos dice que no nos venguemos, ni guardemos rencor (Levítico 19.18), que no paguemos mal por mal (Proverbios 20.22; 24.29), sino que amemos a los demás como a nosotros mismos y que esperemos en Dios, pues Él nos hará justicia.

Jesús fue categórico. Nos provoca una explosión cerebral, no nos cuadra su enseñanza, pero no dudó en decirlo en voz alta: “Escuchen bien lo que tengo que decirles: Amen a sus enemigos, y traten bien a quienes los maltraten. A quienes los insulten, respóndanles con buenas palabras. Si alguien los rechaza, oren por esa persona… Si solo aman a la gente que los ama, no hacen nada extraordinario… Y si solo tratan bien a la gente que los trata bien, tampoco hacen nada extraordinario” (Lucas 6.27-36). Esta enseñanza de Jesús es una invitación a abordar las situaciones conflictivas y ofensivas de una manera no violenta y con amor. Una cosmovisión del Reino de la luz, no de la oscuridad. No es dejar la puerta abierta al abuso o a permitir ser revictimizados, sino a buscar la paz con humildad y compasión.

Ya hemos perdonado, pero al recordar la ofensa debemos volver a RENUNCIAR a nuestro derecho de venganza y dejarlo en manos de Dios, quien es justo y no ha pasado por alto lo que te han hecho. 

Haz del perdón, tu estilo de vida.

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