Paz Inigualable
Por Carolina Neira Campos

Hace 20 años recibí una de esas llamadas que nadie quiere recibir. Eran las 8 de la mañana y me avisan que mi padre había tenido un accidente con consecuencias fatales. Me fui a la sala, tomé unos cojines, me los puse en la cara y comencé a llorar. No sé si te ha pasado algo similar, pero en ese momento escuché a Dios diciéndome: Voy contigo, toma mi PAZ. Lo que pasó desde ese momento en adelante, solo pudo ser Dios sosteniéndome. 

De chica aprendí ese verso de la Biblia que dice: “Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Filipenses 4.7) O el otro donde Jesús nos dice: “Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo.” (Juan 14.27). 

Aquel día acepté ese regalo y, efectivamente, no lo podía entender ni explicar, era una paz que nunca había experimentado. 

Si estudiamos la palabra PAZ en la Biblia, nos encontramos con el hebreo Shalom y aunque su traducción puede ser paz, involucra un sentido mucho más amplio que un escenario sin conflicto.

Cuando Jesús nos ofrece su PAZ, se refiere a un bienestar integral.

Por un lado, la tranquilidad o equilibrio interno que cada persona puede disfrutar, a pesar de lo que pase en su entorno. Mientras que, por otro lado, es la reconciliación de las personas con Dios.

En este tiempo de Navidad, cuando celebramos la venida de Jesús como ser humano, debemos traer a nuestra mente que, a pesar de que Él es el festejado, vino a traernos un regalo: PAZ con Dios, con las personas y con nosotros mismos. Cuando el profeta Isaías se refiere al nacimiento de Jesús, uno de los nombres que utiliza es PRÍNCIPE DE PAZ, y no fue en vano.

Me encanta leer al salmista cuando dice: “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor que hizo los cielos y la tierra” (Salmos 121.1-2). Muchas veces la buscamos donde no está. Pensamos que una pareja nos puede devolver el equilibrio interno que necesitamos o que un gobierno podría darnos esa tranquilidad que buscamos para vivir. Pero es infructuoso seguir buscando allí. Solo el Shalom que Jesús nos regala nos hace volver al equilibrio, a la justicia y a la equidad.

No te conformes con menos. Navidad es más que regalos y más que pesebres. Es el tiempo para extender las manos y recibir este hermoso regalo que Jesús trajo consigo: Su PAZ.

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