miedo, carolina neira campos, para nosotras

Por Carolina Neira Campos

¡Qué hermoso es disfrutar tiempos de paz y de calma! Como cuando vamos a una playa y sólo escuchamos los trinos de los pájaros y las olas que vienen y van. Pero nuestra vida no está hecha sólo de algodones y dulces melodías. A veces, pasamos por un valle de sombras que nos llenan de miedo y que parece no acabar. No eres la única y no estás sola en esto.

Te animo a seguir leyendo…

Cada vez que he pasado por momentos donde el túnel se ve más oscuro y pareciera que hasta el oxígeno me falta, recuerdo la fe que viví en tiempos de paz y la pongo en práctica en tiempos de angustia.

Las circunstancias no hicieron retroceder a Jesús cuando estaba de camino a la cruz y fue allí donde fueron crucificadas todas mis heridas, pecados e incluso mis miedos. Por lo tanto, no retrocederé. Me aferro a las promesas de Jesús, las cuales no dependen siquiera de mi fe, sino del gran amor del Padre y de su eterna fidelidad para cumplirlas.

No debo ser perfecta

No soy ni más espiritual ni más instruida, sólo me declaro en bancarrota delante del Padre y espero en Él. La perfección la desestimo y voy al Padre con las debilidades que Él ya conoce.

Miedo derrotado

Quiero compartir con ustedes dos relatos de la Biblia que me reconfortan y me alientan cada vez que los temores vienen a mí.

Uno de ellos, es bastante conocido. Cuando el pueblo de Israel sale de Egipto, se llenaron de miedo al ver que los egipcios los alcanzaban. No era para menos, en el entendido que quienes los perseguían no se acercaban con buenos propósitos.

Ese pánico lo podemos experimentar hoy en día en diversas situaciones. Cuando nuestras finanzas no andan bien, o se ha roto una de nuestras relaciones, o cuando el futuro parece tan incierto que nos acobarda. A veces, es nuestro pasado que nos persigue mintiéndonos sobre lo que somos, trayendo a nuestra memoria la culpa, la vergüenza, el miedo, el asco…

Ahora, algo insólito…

Ante este panorama los israelitas comienzan a quejarse con su líder Moisés y le recriminan el hecho de haberlos sacado de la esclavitud. ¡Qué fácil era seguir siendo esclavos! ¡Qué difícil era imaginar una vida en libertad!

Cuando pensamos que podemos ser libres de todo lo que nos persigue, parece una utopía y preferimos seguir en nuestro estado de seguridad, aunque sea atadas a cadenas.

Jesús, estando en la sinagoga, mencionó la profecía de Isaías, que vendría uno que daría buenas noticias a los pobres, proclamaría libertad a los cautivos y oprimidos, y daría la vista a los ciegos. Lo maravilloso es que no sólo leyó un párrafo del Antiguo Testamento, sino más adelante dice, «La Escritura que acaban de oír ¡se ha cumplido este mismo día!» (Lucas 4.18-21). Ya no necesitamos seguir siendo esclavos del temor, porque Jesús vino a darnos libertad.

Continuando con la historia

Moisés les dijo:

—No tengan miedo. Solo quédense quietos y observen cómo el Señor los rescatará hoy. Esos egipcios que ahora ven, jamás volverán a verlos. El Señor mismo peleará por ustedes. Solo quédense tranquilos. (Éxodo 14.10-14)

¿Quedarnos tranquilos? Y ¿no hacer nada? Eso es muy difícil, más cuando nos gusta tener el control de todo y ser las artífices de las soluciones. Pero eso nos pide Dios y que lo dejemos trabajar a Él. También lo declara el salmista: “Quédense quietos y sepan que Yo soy Dios” (Salmo 46.10). Nuestra conducta debe ser de intercesión y humildad. Mantener la oración y Dios se manifestará.

Cuando logramos confiar en los planes de Dios, vemos con mayor gozo cuando estamos en diferentes pruebas. Él quiere nuestro bienestar (Jeremías 29.11). Debemos decir como lo hizo San Pablo: “¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra?” (Romanos 8.31). No lo olvides: Él pelea por ti.

Lee también Las aguas de nuestra vida

Aparece el Señor de los Ejércitos celestiales

El otro pasaje que me conmueve es una profecía de Hageo. El relato muestra el temor de los protagonistas y ante eso Dios se les revela, diciendo:

“Sin embargo, ahora el Señor dice: Zorobabel, sé fuerte. Jesúa, hijo de Jehosadac, sumo sacerdote, sé fuerte… Así que ahora, ¡manos a la obra!, porque yo estoy con ustedes, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. Mi Espíritu permanece entre ustedes, así como lo prometí cuando salieron de Egipto. Por lo tanto, no teman… La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, y en este lugar, traeré paz¡Yo, el Señor de los Ejércitos Celestiales, he hablado!”. Hageo 2.4-9

De tantos nombres que le conocemos a Dios, éste no podía ser más oportuno. El mismo Dios eterno y Príncipe de paz, se presenta como el Señor de los Ejércitos Celestiales, que viene a permanecer a nuestro lado y se encarga de pelear por ti y por mí. Esto acompañado de la promesa que traerá su paz a nuestros corazones.

Ven a la luz

No te escondas, ni sigas cargando con estos temores. Hay Uno que ha venido a tu rescate, sólo basta que alces tu mirada y lo recibas por fe. Busca un grupo cristiano, donde puedas desarrollar amistades sanas y auténticas, que puedan acompañarte en este tiempo de sombras. Cuando Nehemías y su gente estaban construyendo los muros, estaban cada uno en sus tareas, pero cuando venía el peligro, hacían sonar la trompeta y todos se reunían para estar juntos y protegidos. El profeta dijo: “Nuestro Dios peleará por nosotros” (Nehemías 4.20).

Y así será… Dios pelea por ti, no tengas miedo!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *