mentiras, carolina neira campos, para nosotras

Por Carolina Neira Campos

Mientras caminamos nuestra vida, nuestra mente va creyendo muchas mentiras con forma de verdad. Por eso es tan importante conocer al que nos susurra en el oído.

Cambiando las mentiras por luz admirable

Seguiremos asombrándonos con las diversas muestras del carácter de Jesús, que las observamos en los relatos del libro de san Juan y en nuestra propia experiencia.

Puedes revisar las anteriores 7 características de Jesús aquí.

8. La luz del mundo:

Juan vuelve a hablar sobre la deidad de Jesús y describe el escenario mientras Jesús se presentaba a sí mismo siendo la luz del mundo. Esto en medio del reproche de los fariseos que lo acusaban de mentir. Jesús estaba  afirmando que los que le seguían ya no andarían más en tinieblas, sino que tendrían la luz de vida. Jesús no quiere que las mentiras que te han dominado sigan ahí.

Cuando nos sentimos en oscuridad, estamos confundidas y no sabemos qué rumbo tomar, recurramos a la confianza que tenemos que Dios mismo resplandeció en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios (2 Corintios 4.6). El salmista declara: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Salmo 119.105) y confirma diciendo: “Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.” (Salmo 18.28).

Por lo tanto, no dudemos a acercarnos a Su palabra y escuchar lo que el Espíritu tenga que decirnos para iluminar nuestro andar y salir de la oscuridad que nos oprime.

9. Saca las vendas espirituales:

Nuevamente Jesús se presenta con un milagro de proporciones en un día sábado. Un hombre ciego de nacimiento y conocidos por todos, fue sanado por Jesús. Luego de ello, los fariseos se acercaron al hombre para interrogarlo y descubrir el origen del “truco”. Como no pudo decir nada en contra de quien lo había sanado, fue expulsado de la sinagoga.

Jesús se le acercó nuevamente y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios? Pues el que has visto y el que está contigo ahora, Él es” (9.35). De esta manera, sin ser suficiente la sanidad física, Jesús lo sana espiritualmente y le saca las vendas espirituales que le impedían ver al Hijo de  Dios. Lo restaura y con la verdad, elimina las mentiras.

De la misma manera, se acerca hoy a nosotras, no sólo para darnos vista sino para que le veamos a Él como dador de la vista espiritual y le adoremos.

10. El buen Pastor:

No sólo un pastor, sino el Buen Pastor. Ese que da su vida por las ovejas y conoce muy bien a su rebaño. Cuando vemos el desfile de personas que transitan por esta vida sin Jesús es como observar un rebaño de ovejas sin su pastor. Errantes, inestables, desorientadas y sin rumbo.

Pero, gracias sean dadas a Dios!!!! Que envió a su Hijo para que seamos pastoreados con caricias y firmeza, que cura nuestras heridas y que acude al risco si es necesario a buscar a la que se perdió. Qué hermosas características de este pastor: proveedor (Salmo 23.1-2); tierno (Isaías 40.11); sacrificado (Juan 10.11); resucitado (Hebreos 13.20); acogiendo a los descarriados (1 Pedro 2.25); coronando a los justos (1 Pedro 5.4).

¡Cómo no acudir a sus brazos! Nos llevará por tiernos pastos… no dudemos de dejarnos pastorear por el Buen Pastor.

11. El Príncipe de la vida:

Muchas habían sido las maravillas hechas por Jesús en sus años de ministerio, pero éste era sin duda un evento diferente (estaba a días de enfrentar su propia muerte).

Ya había resucitado a la hija de Jairo (Marcos 5.21) y al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7.11), y ahora se encontraba frente al sepulcro de su amigo que había muerto hace cuatro días. Estaba bajo la mirada acuciosa del Sanedrín, que vigilaba todos sus pasos para acusarlo de blasfemia. Pero nada lo detuvo para quitar la piedra y enfrentar un triste escenario. Alzó los ojos al cielo, agradeció al Padre y llamó a Lázaro a la vida.

Hoy, el que puso su vida en favor nuestro voluntariamente y la volvió a tomar para interceder por nosotras, se presenta como “la resurrección y la vida”  y si creemos en Él, no moriremos eternamente. ¿Algo en nuestra vida se muere? El ladrón vino a matar (Juan 10.10), pero Jesús vino a darnos vida en abundancia.

Hoy está dispuesto a correr la piedra que esconde las más hediondas mentiras y quiere traer vida donde sólo había muerte. Ven a Él.

12. El Rey:

Cerca de un mes después de la resurrección de Lázaro, fue ungido por María con un perfume de alto costo, para prepararlo para sepultura. Al día siguiente entra en la ciudad de Jerusalén ante los vítores del pueblo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de reyes! (Juan12.13). Con esto se cumplió la profecía que decía: “Alégrate Jerusalén, he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno” (Zacarías 9.9).

Así también, los profetas anunciaron lo dilatado de su imperio (Isaías 9.7); que reinará como Rey (Jeremías 23.5); que le serviremos y que su dominio es dominio eterno (Daniel 7.14).

Natanael también lo reconoció como Rey (Juan 1.49) y ¿nosotras? Si nuestro Padre es Rey, ¿en qué nos convertimos? Si!!!! Somos Sus princesas, “real sacerdocio”!!! Tenemos los derechos de una princesa, de tal manera que si alguien nos toca es como si le pincharan sus ojos (Zacarías 2.8) y somos su especial tesoro (Malaquías 3.17).

Pero también tenemos las responsabilidades de una princesa, siendo embajadoras de Cristo (2 Corintios 5.20) llevando el evangelio de la reconciliación a todos y anunciando las virtudes de Aquel que nos llamó de la oscuridad a la luz admirable (1 Pedro 2.9). Dejemos que nuestro Padre reine con todo poder en nuestro corazón y que las mentiras dejen de gobernar.

Tomemos nuestros deberes y potestades, hagamos lo que debemos hacer y acudamos a nuestro Padre: el Rey.

13. El Siervo:

Qué contraste!! Había sido proclamado Rey, todos lo reconocían como el salvador, le rindieron pleitesía, colocaron sus mantas y hojas de palmas para que pasara… y ahora se estaba subiendo las mangas y ciñendo una toalla en su cintura para expresar un gesto de servicio y amor que conmovió a sus discípulos.

Las áridas veredas de Jerusalén y sus alrededores, obligaba a los caminantes a lavarse sus pies al entrar a una casa. Esta vez, Jesús quiso darles una lección práctica y trascendente sobre el servicio. Luego de la cena, Él mismo buscó una fuente y la llenó de agua y comenzó a lavar los pies de sus comensales. Obviamente, hubo uno que se opuso, argumentando que no era digno de tal consideración. Pero le era necesario dejarnos ese ejemplo para que hagamos lo mismo con los demás.

Por tal razón, el apóstol Pablo nos confronta a tener el mismo sentir que Jesús, quien siendo Dios y Rey, se despojó a sí mismo y se siervo por amor a nosotros (Filipenses 2.5).

¿Cuándo fue la última vez que nos dejamos “lavar los pies” por nuestro Señor? ¿o que lavó las mentiras de nuestra mente y la transformó por completo?

¿Cuándo fue la última vez que “le lavamos los pies” a quien lo necesitaba? ¿Estamos siguiendo su ejemplo?

14. El Consolador:

Jesús ya había anunciado su muerte, incluso predijo la negación de Pedro. Pero a pesar de todo lo que estaba por suceder, hizo una promesa: “No les dejaré huérfanos” (Juan 14.18). Jesús debía preparar nuestro hogar eterno, pero estaba revelando la venida del Espíritu Santo que sería nuestro consolador y estaría en nosotros para siempre.

Del griego paraklhtos – que  significa consolador, abogado, intercesor – este consolador tendría diversas funciones:

  • estar en nosotros (Juan 14.16);
  • recordar las palabras de Cristo (Juan 14.26);
  • testificar acerca de Cristo (Juan 15.26);
  • convencer al mundo de pecado (Juan 16.7-8);
  • guiarnos a toda verdad (Juan 16.3);
  • recordarnos que somos hijos de Dios (Romanos 8.16);
  • interceder por nosotros (Romanos 8.26);
  • darnos sabiduría e iluminación (Efesios 1.17).

Vive en nosotros y fuimos sellados por Él. Hoy es la garantía de nuestra herencia de vida eterna, que ciertamente comienza aquí. No tardes en escuchar su llamado.

Ya viene la tercera parte, por mientras, deleitémonos en las palabras de Jesús cuando dijo:

«Mi paz les dejo, mi paz les doy. 

Yo no la doy como el mundo la da» (Juan 14.27)

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