El mejor Maestro

El mejor Maestro
Por Carolina Neira Campos

Nos queda claro que no estamos totalmente capacitados, de hecho es nuestra excusa muchas veces para tomar decisiones. Dios sabe esto, pero nos ha puesto al mejor Maestro: Él mismo.

Cuando Jesús llama a sus discípulos a seguirlo, el ofrecimiento también incluía un curso completo de capacitación para lo que se venía, otorgado por el mismo Jesús. Yo te enseñaré, les dijo a cada uno, no otro.

Experiencia de Pablo

Pablo se veía a sí mismo como indigno y vulnerable. No apropiado para la misión, como un vaso de barro (2 Corintios 4.7), pero entendió que no eran las cualidades del vaso, sino el tesoro que Dios pone dentro, para que la grandeza del poder sea de Él y no de nosotros. Pablo ora y pide a Dios que le quite ciertas debilidades que lo atormentaban, pero Dios le aclara: Mi gracia te es suficiente (2 Corintios 12.9), lo que Yo te doy te hace fuerte. De esta manera, Pablo se convence y declara que es la gracia de Dios la que actúa en él y todo lo que hace no es por sus propios conocimientos y habilidades, sino lo que Dios le ha enseñado (1 Corintios 15.10). Solo debemos hacer lo que nos toca y Dios se encarga del resto (1 Corintios 3.6-10).

Podemos poner muchas excusas como Moisés que era tartamudo (Éxodo 4.10) o Jeremías que se excusaba por ser muy joven (Jeremías 1.6-10), pero nuestra confianza no está en nuestras competencias sino en el mejor Maestro que va con nosotros. Jesús dijo: Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada (Juan 15.5). Él es la clave.

Abraham y los discípulos

En el tiempo que los discípulos se vieron enfrentados a diferentes situaciones complicadas, Jesús los animó no diciéndoles que los iba a librar de eso, sino que iban a recibir lo que necesitaban para hablar de manera oportuna y sabia (Mateo 10.19-20) que nadie iba a poder refutar (Lucas 21.15). Esto es ir aprendiendo en el camino de la mano del mejor Maestro.

A Abraham Dios le dijo que salga de la tierra de sus parientes y que se dirija a un nuevo lugar que Dios mismo le mostraría (Génesis 12.1). Abraham no tenía el cuadro completo. No sabía todo lo que quería saber: dónde, cómo, cuándo, por qué… solo sabía que debía dar un paso y lo dio. Dios se encargaría de enseñarle cuál era el camino que debía tomar, a medida que él avanzaba. 

Cuando Jesús le dice a sus discípulos que debía marcharse, les asegura además que nunca los dejaría solos sino que su propio Espíritu, el Espíritu Santo estaría con ellos -y con nosotros- para enseñarnos en el camino (Juan 14.26). Dios mismo va con nosotros, eso es lo que nos debe alentar a seguirlo y ser su aprendiz. El Espíritu Santo vive en nosotros y nos enseña lo que necesitamos saber.

Dejemos las excusas

Que este no sea un año de excusas, pues tenemos al mejor Maestro a nuestro lado y quiere enseñarnos todo lo que necesitamos saber, pero a medida que caminamos, que lo seguimos y que estamos junto a Él.  No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios (2 Corintios 3:5-6) y todo lo perfecto y bueno viene de Él (Santiago 1.17). No digas más soy débil, sino fuerte, no por tus propias capacidades, sino por lo que Dios hace en ti (Joel 3.10). 

Este nuevo año: Síguelo.

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