La Luz del mundo.
Traen ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, pero Él con una simple frase pone al descubierto que todos los que estaban ahí eran tan pecadores como esa mujer. Sin embargo, Jesús ilumina lo que ha estado oculto. Los fariseos creían que podían disimular sus vidas torcidas, pero Jesús sacó todo a la luz. Muchos se alejaron de la escena, no pudieron seguir culpando a la mujer, porque su propia culpa los condenaba. Pero Jesús siguió hablando a los que se quedaron y dijo: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Seguramente de pequeñas nos asustaba la oscuridad y hasta que venían nuestros padres a encender una lámpara, no podíamos dormir tranquilas. Lo mismo pasa hoy, aunque ya somos adultas. Vivimos en penumbras, muchas veces confundidas. Tomamos decisiones sin poder ver. Tratamos de avanzar, pero tropezamos.
La luz que Jesús te ofrece no puede ser extinguida, permanece para siempre. Está a tu disposición. Si dejas que Jesús sea tu luz, no tienes nada de qué temer. Somos sus escogidas, princesas en su Reino, llamadas de la oscuridad a su luz admirable.
Me encanta la oración de Pablo
«Pido también que les sean iluminados los ojos del corazón para que sepan a qué esperanza él las ha llamado y cuál es la riqueza de su gloriosa herencia».
Cuando nos sentimos en oscuridad, estamos confundidas y no sabemos qué rumbo tomar, recurramos a la confianza que tenemos que Dios mismo resplandeció en nuestros corazones para iluminarnos. El salmista declara: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” y confirma diciendo: “Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.”
Por lo tanto, no dudemos a acercarnos a Su palabra y escuchar lo que el Espíritu tenga que decirnos para iluminar nuestro andar y salir de la oscuridad que nos oprime.
Por último, te dejo este versículo que me regalaron un día: ¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del Señor brilla hoy sobre ti!