Bañadas en sus lluvias de gracia
El calendario me dice que es verano, pero estoy disfrutando la refrescante lluvia en el sur de mi país. Es una lluvia que regalonea nuestras verdes praderas y me hace pensar en las lluvias de gracia que nos renuevan a diario.
Habitualmente, a inicios de un año, comenzamos haciendo un recuento de los 365 días anteriores. Lo bueno, lo malo. Lo que quisiéramos continuar y lo que, definitivamente, queremos dejar atrás.
En esta oportunidad, me tomé un tiempo para pensar, no solo en el año 2020, sino en varios más hacia atrás y no puedo dejar de maravillarme de todas las bondades que mi Padre me ha dado.
Siempre me he sentido una regalona de Dios, esto desde que comencé a pensar más en lo eterno y trascendente, y menos en lo pasajero y superfluo.
Mi Padre habita conmigo y me baña con sus lluvias de gracia
Me emocionan las palabras del profeta Isaías, cuando dice:
“Porque esto es lo que dice el Altísimo, el que vive eternamente y tiene el nombre santo: «Yo vivo en lo alto y santo, pero vivo también con el que tiene su espíritu abatido y humillado. Le daré nueva vida al de espíritu humilde, y reviviré al abatido.” (Isaías 57.15)
Primeramente, vemos a Dios presentándose como el Eterno, Majestuoso, Grande, Imponente, Santo… sabemos de Él que creó todas las cosas que vemos y aun las que no vemos. Es el Gran Yo Soy, el Rey de reyes. El primero y el último y el que ha de venir. Nos amó de una manera impensada, única e inimitable, y lo sigue haciendo a pesar de nosotras mismas.
Por otro lado, estamos nosotras. Imperfectas, temerosas, heridas, queriendo enfrentar un año victorioso, pero nos acobardamos. Nos olvidamos que el sello de nuestra identidad es Él mismo.
Por eso me gusta ese verso, mi Padre, siendo Dios -y no dejando de serlo- se acerca a nosotras y habita a nuestro lado. Pero no conforme con eso, mira nuestro corazón y nos da aliento.
Mucho de lo que hemos vivido no estaba en la mente de Dios. No lo quiso así. Mucho de lo que hemos vivido es consecuencia de corazones alejados de Él y llenos de dolor. Creo firmemente en el control total de Dios, pero muchas veces no lo dejamos ser Dios.
Comenzando un nuevo año
Al hacer el recuento del 2020, te invito a repasar esos días lluviosos donde parecía que nada bueno venía. Detente un momento en esas situaciones que te atemorizaban y confundían. Piensa en el contexto, en el entorno y pregúntale a Dios ¿dónde estaba Él mientras eso sucedía?
Ciertamente, tu Padre estuvo ahí.
Espíritu de Dios, ven a traer sanidad en el corazón y mente de mi amiga. Que los recuerdos no la aflijan sino pueda encontrar el consuelo en tus brazos, sabiendo que estabas a su lado en ese momento. Has prometido que, aun siendo Dios, habitarías a nuestro lado y confortarías nuestros corazones. Hazlo ahora, Padre. En esas situaciones que no entendemos queremos verte en acción.
Amiga, al hacer las proyecciones del 2021 piensa más en lo eterno y trascendente, y menos en lo pasajero y superfluo y ten la confianza que tu Padre estará contigo todos los días de este año y hasta el fin del mundo, tal como lo prometió.
Es tiempo de disfrutar sus lluvias de gracia.