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Por Carolina Neira Campos

Líder religioso

Estos días hemos recibido noticias que ciertamente han dejado abatidos a muchos. Por su parte, un líder espiritual, decide abdicar por motivos de salud. Su avanzada edad y las menguadas fuerzas fueron las razones expuestas por Benedicto XVI para dejar el cargo que lideraba por más de 7 años y que se suponía era hasta la muerte. Preocupado y perseguidor de los abusos a inocentes, se dedicó a buscar justicia donde no la había.

Pero sus fuerzas se acabaron, al menos eso es lo que alude, y deja sus funciones ante la incógnita de muchos, el temor de otros y la responsabilidad de quiénes deben elegir a su sucesor. Ahora les toca esperar en otro que pueda realmente guiar al mundo hacia una sanidad espiritual, confiar que el próximo sí tendrá las fuerzas suficientes para liderar y asumir las responsabilidades de ser un mensajero de la vida y peregrino de la paz.

Líder político

Por otro lado, un férreo combatiente entregó su último respiro hace unos días. La esperanza de algunos se ve incierta ante el féretro del que fuera Presidente de Venezuela por más de trece años y tres períodos, Hugo Chávez. Luego de padecer por largos meses debido a un cáncer y sus complicaciones, deja de existir y abandona el escenario de este mundo a los 58 años el Gobernante más influyente durante dos años consecutivos, según la Revista Time. La Revista colombiana Semana lo señaló como un fenómeno político del continente. Otros lo recordarán como un gran comunicador y buscador de la unidad americana. Pero allí está, listo para ser embalsamado para que sus seguidores puedan visitarle de vez en cuando.

Otro ejemplo

Hubo algunos, muchos años atrás, que experimentaron la separación y el abandono de su líder. Eran los discípulos. Cuando Jesús es clavado en una cruz y pronuncia sus últimas palabras, un grupo de sus seguidores pierde la fe y se siente desprotegido. La última gota de sangre vertida era señal de que todo había terminado y que sus sueños de libertad y salvación sólo serían una quimera. Ellos no habían entendido cuando el mismo Jesús les dijo que en tres días reconstruiría el templo. Se refería a sí mismo. En tres días, resucitaría y reinaría por los siglos de los siglos. Enviaría al Consolador, nuestro paracleto para estar siempre con nosotros.

En nuestras vidas

Hoy, muchos líderes podrían dejarnos. Otros incluso podrían defraudarnos. Pero cuando colocamos nuestra confianza en la Roca inconmovible de los siglos, el abandono nunca llega. Cansado, sin fuerzas y vituperado por los hombres, pero no renegó sino que siguió su ministerio por amor a nosotros. Enfrentó y venció la muerte para reinar a la diestra del Padre y ser nuestro Abogado en los cielos. ¿En qué líder fijaremos nuestros ojos?

“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. (Hebreos 12.1-2)

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