Por Carolina Neira Campos
Cuando leo y releo la historia de María cuando vertió su perfume sobre los pies de Jesús, no dejo de sorprenderme por cada detalle del relato.
Jesús frecuentaba esa casa pues era amigo de Marta, María y Lázaro, a quien había resucitado hace poco. No se dice si era costumbre de María hacer lo que hizo, pero de todas maneras ese momento fue especial. Buscó el perfume más caro que costaba lo que un trabajador recibía como pago en un año, se arrodilló y comenzó a refrescar los pies de su Maestro.
El relato dice que Jesús comía con los demás discípulos y Lázaro, seguramente estaba tendido en algunas mantas. Deben haber estado hablando sobre los últimos milagros o cómo se ha sentido Lázaro luego de lo que Jesús hizo por él. Como haya sido, María se acercó, se inclinó y «se derramó» por completo.
Esto le agradó a Jesús, por eso me conmueve escarbar en la escena y ver los detalles que movieron a María y la entrega de su corazón.
Las mujeres no eran cercanas a los que enseñaban en esa época. Jesús, ciertamente, hacía una excepción, pero María tuvo la convicción de hacer lo correcto. Tal vez, lo que te han dicho de Jesús es que no debes acercarte a Él sin antes ser una «chica perfecta» o después de haber dejado tus vicios, pero Jesús se alegra de tu llegada pues a eso vino: que todas pudiésemos acercarnos a Él y por su intermedio conociéramos al Padre. No te dejes asustar o resistir por lo que otros digan, ni siquiera por lo que tu mente te diga ahora: «¿Cómo puedes ir a Jesús así? Él busca personas perfectas… ¿No recuerdas lo que has estado haciendo? Jesús no te aceptará así?»
Falso. Jesús no espera nada más que sólo te acerques. Si hay algo que cambiar, habrá tiempo para eso más adelante.
Los caminos de Betania y sus alrededores no gozaban de locomoción pública, ni de buenos caminos. Incluso pocos árboles acompañaban al caminante. Por lo que podemos pensar en lo cansado que estaba Jesús y sus pies agradecían en ese momento el gesto sincero y desinteresado de María.
Para que María pudiese ofrendar su adoración, debió inclinarse. Esta posición, no tan común en nuestra cultura, denota humildad y sumisión. Humildad, pues María no estaba presumiendo de sus logros y reconocía sus fracasos, su falta de fe en otras oportunidades y su debilidad. Sumisión, que mostraba la grandeza de Jesús y su real convicción de sometimiento.
Nuestra actitud debe ser como la de ella. Simplemente acercarnos y decir: Jesús, no soy todo lo que podría ser, he fallado, mis fracasos me anteceden pero (y es la parte importante de tu relato), reconozco tu amor por mí y sólo quiero acercarme y quedarme a tus pies por siempre.
María tenía entre sus cosas un perfume costoso, tanto así que Judas se espantó al verla voltear el frasco y derramar su contenido. No es el costo del perfume lo más relevante para mí ahora (luego te lo explicaré mejor), sino el hecho de derramarlo por completo sobre los pies de Jesús. Esa disposición de darlo y darse por completo a Jesús es una muestra de aceptar lo que Jesús significaba para ella.
Nuestra vida debe ser un darse por completo, debemos estar en modo #todoonada. La tibieza no es bien recibida por Jesús, lo dice el mismo Juan mientras estaba en la Isla de Patmos. Podrías comenzar a calcular el costo de lo que eso dignifica: mis amistades, mis pasatiempos, mis gustos, mis preferencias, mis… mis…
Pero cuando comenzamos a comprender el costo que Jesús debió pagar para darnos libertad y una hermosa reconciliación con el Padre, no escatimaríamos ningún costo de nuestra parte. A eso me refería con que el costo del perfume no es lo relevante, pues si estás encadenado y alguien tiene la llave para sacar los candados, ¿acaso no estarías dispuesta a darle todo lo que tienes?
No faltó el que atornilló al revés. Judas, en vez de ver una conmovedora escena de adoración, pensó en vender el perfume y quedarse con una partecita. Obvio que dijo que sería para darlo a los pobres, pero su corazón ya estaba oscurecido.
En nuestra vida siempre habrá el que diga «No es necesario que hagas eso, podríamos hacerlo de otro modo». Mi abuela decía: «Palos porque bogas y palos porque no bogas». Hagas lo que hagas, siempre habrá quien te lo critique. Ten la convicción que lo que haces agrada a Jesús y eso bastará.
La historia dice que la casa se aromatizó por completo y todos pudieron disfrutar de la suave fragancia del perfume derramado. Así mismo sucede con nuestra adoración. Muchos serán impactados con el simple hecho que te arrodilles y te entregues por completo a Jesús. Olvídate de los criticones, enfócate en tu corazón, en el corazón del Padre y el corazón de quienes se verán favorecidos por tu acto de rendición.
Vamos al clóset, busquemos nuestro perfume más caro y vayamos a los pies de Jesús.