Jesús es Rey
Cerca de un mes después de la resurrección de Lázaro, fue ungido por María con un perfume de alto costo, para prepararlo para sepultura. Al día siguiente entra en la ciudad de Jerusalén ante los vítores del pueblo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de reyes! (Juan12.13), muchos proclamaban que Jesús es Rey. Con esto se cumplió la profecía que dice: “Alégrate Jerusalén, he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno” (Zacarías 9.9).
Claramente, hoy vemos la confusión de los judíos quienes esperaban un libertador de la opresión romana, pero no dejaron de declarar lo que veían sus ojos: al Rey.
Jesús es Rey porque su Padre lo así lo quiso.
Su Padre es rey y Él tomaba ese honor, pues su Padre le había dado todo poder tanto en la tierra como en el cielo. Pero no solo reina por su derecho divino, sino por derecho de conquista, pues vino a pagar el precio de nuestra liberación y sacarnos de la esclavitud.
Su imperio es extenso y su dominio es eterno. Aun así, no se inmiscuirá en tu vida a no ser que lo dejes ser el Rey. Toda la creación lo adora, pero a nosotras nos dejó elegir: lo dejamos reinar a Él o seguimos llevando nuestras vidas en la oscuridad.
Natanael lo reconoció como Rey, aunque muchos lo llamaban Maestro (Juan 1.49). ¿Y nosotras cómo lo reconocemos? Como un buen hombre, un soñador, uno de carácter irreprochable e imitable… o nuestro Rey.
Hay una frase que me encantó:
Si Jesús no es el Señor de todo, no es Señor en absoluto.
Si lo dejamos reinar solo en la sala de nuestra casa, pero no en las habitaciones o en la cocina, entonces no es el Rey. Quizás tienes esta frase acuñada en tu vocabulario cotidiano: “Señor”, pero ¿realmente dejas que gobierne en cada área de tu vida? ¿En cada decisión? ¿Al comenzar un trabajo o una relación?
No traigo juicio, ni condenación. Sólo te invito a reflexionar, tal como lo hago yo. No seamos como los judíos que lo llamaron Rey por conveniencia y una semana después lo estaban crucificando. Miremos nuestro corazón. Ahí al medio hay un trono y alguien se sienta y tiene autoridad sobre ti. ¿Quién es? ¿Tú, tu pareja, tus padres, tus hijos? o ¿Qué es? ¿Tu profesión, tus sueños, tus heridas?
Dejemos el sitial de honor para el Único que puede guiarnos por camino de Verdad y Vida, quien nos ama a tal punto de desear lo mejor para nosotras y quien pagó por nuestra libertad y paz. Jesucristo reina hoy en mi corazón.