Jesús, el Consolador
Jesús ya había anunciado su muerte, incluso predijo la negación de Pedro. Pero a pesar de todo lo que estaba por suceder, hizo una promesa: “No los dejaré huérfanos” (Juan 14.18). Jesús debía preparar nuestro hogar eterno, pero estaba revelando la venida del Espíritu Santo que sería nuestro consolador y estaría en nosotros para siempre.
Jesús llevaba 3 años de ministerio. Se había entregado por completo, no solo por los discípulos que iban a su lado, sino por todos los que necesitaban de un amigo, un sanador, un libertador… en definitiva, todos los que de alguna u otra manera, necesitaban consuelo. Sus palabras fueron siempre sabias y oportunas; sus gestos, cercanos y dulces; nunca formuló juicios de condenación, sino invitó a todos a la justificación. Jesús mismo es la verdad por la cual debemos caminar y nos mostró al Padre en todos sus pasos. Oró por ti y por mí, y lo sigue haciendo sentado a la derecha de Dios.
Pero Jesús sabía que su cuerpo lo condicionaba a estar solo en un lugar a la vez, que en esas circunstancias podía estar con nosotros, pero no en nosotros. Por esa razón, debió volver al Padre y desde ahí nos acompaña a diario, pero el regalo era más de lo que esperábamos: vendría el Espíritu de Dios para morar en nosotros!!
La promesa no terminaba ahí, la venida del Espíritu Santo nos daría poder y autoridad para contarle a todos lo que Él ha hecho en nuestras vidas.
Tareas del Espíritu del Señor
La Biblia nos da, además, las funciones del Espíritu Santo, también llamado el Consolador. Del griego paraklhtos – que significa consolador, abogado, intercesor – tendría diversas tareas:
- estar en nosotros (Juan 14.16);
- recordar las palabras de Cristo (Juan 14.26);
- testificar acerca de Cristo (Juan 15.26);
- convencer al mundo de pecado (Juan 16.7-8);
- guiarnos a toda verdad (Juan 16.3);
- recordarnos que somos hijos de Dios (Romanos 8.16);
- interceder por nosotros (Romanos 8.26);
- darnos sabiduría e iluminación (Efesios 1.17).
Jesús, el Consolador de tu vida.
Vive en nosotros y fuimos sellados por Él. Hoy es la garantía de nuestra herencia de vida eterna, que ciertamente comienza aquí.
¿No es hermoso saber que Dios mismo vive en ti y en mí? No tardes en escuchar su llamado, Jesús es el Consolador que necesitas.