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Por Carolina Neira Campos

Cuántas de nosotras hemos caminado por décadas sobre este escenario de la vida, sin una identidad, sin saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Interrogantes que acompañan a la especie humana por siglos.

Creemos que si hemos llegado hasta aquí sin resolver estas dudas, podremos seguir adelante… pero no es así.

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Jesús en el templo

Creo que es conocida por muchos la historia de Jesús cuando se perdió en el Templo a los 12 años. Por primera vez era llevado al lugar sagrado para los judíos en Jerusalén y cuando el grupo regresaba a Belén se dan cuenta que faltaba uno de ellos, el más pequeño: Jesús!!


Regresan José y María y su hijo estaba en el Templo con los doctores de la ley, quienes le escuchaban maravillados por su gran sabiduría. Aún así, recibe la reprimenda de su madre que estaba muy angustiada. Fue en eso, cuando Jesús responde con una sentencia corta pero muy llena de significado: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los negocios de mi Padre me conviene estar?» (Lucas 2.49). 

Al menos dos grandes verdades que nos iluminan y declaran la identidad de Jesús:

1. Mi padre – identidad de hijo:

A pesar de la edad, Jesús tenía muy claro quién era su Padre. De dónde procede. El sentido de pertenencia era plena en Él, tenía la satisfacción de ser parte de la familia de Dios, hijo amado (como dijera Dios mismo más adelante).

¿Quién es nuestro Padre? ¿Quiénes son nuestra familia? ¿Qué identifica nuestra vida? En definitiva: ¿Cuál es nuestra identidad?

Luego de vivir la vida y recibir tantos adjetivos que nos convencen y nos derrumban, nos paramos frente al camino sin saber quiénes somos. «Eres flaca», «eres gorda», «eres tonta», «eres floja», «eres una carga».

Vivimos en un laberinto de mentiras que consideramos verdad. Vivimos en un pozo oscuro de confusión y temores. Hoy nos toca recordar quiénes somos. La Biblia nos dice que somos:

  • el especial tesoro de Dios (Éxodo 19.5);
  • la niña de sus ojos (Zacarías 2.8);
  • Templo del Espíritu de Dios (Gálatas 3.16);
  • linaje escogido (1a Pedro 2.9-10);
  • perdonadas (Efesios 1.7);
  • más que vencedoras (Romanos 8.37);
  • una nueva creación (2a Corintios 5.17); 
  • SOMOS HIJAS DE DIOS!!! (Juan 1.12).

Tal vez aún no lo creas o no logras agarrar estas hermosas verdades, pero pídele a Dios que sea Él quien te las revele en amor.

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2. En los negocios – identidad del propósito: 

Jesús no estaba perdiendo el tiempo, ni estaba improvisando: estaba precisamente donde sabía que debía estar. Tenía un objetivo claro, tenía pleno convencimiento en cuál era su propósito en esta vida. No sólo sabía cuál era su tarea, sino estaba seguro que eso era lo mejor para él.

Es en ese momento cuando alcanzamos la paz y el rompecabezas empieza a tener sentido. ¿Cuál es nuestro objetivo? ¿Sabemos para qué estamos en esta vida? ¿Cuál es nuestro rol en nuestra comunidad? ¿Acaso somos parte de la casualidad?

Vivir una vida sin propósito es dar tumbos y no tener sentido ni dirección. Entendamos (y creamos) que Dios nos creó y nos cuidó aún en el vientre de nuestra madre (Isaías 44.2), tuvo gran estima de nuestras vidas incluso cuando nadie sabía que estábamos ahí y nos amó de tal manera que nos adoptó como hijas (Efesios 1.4-5).

Podemos pasar por momentos difíciles pero cuando tenemos nuestros objetivos claros, tendremos siempre una razón para vivir. Conocer nuestro propósito nos ayuda a tomar decisiones, nos enfoca en la vida, sabemos destinar nuestros recursos (financieros, tiempo, etc), simplifica nuestro andar y nos estimula a seguir adelante.

El Apóstol San Juan nos dice que todo se acaba, todo cambia, nuestro entorno sufrirá renovaciones permanentemente, todo está dispuesto a morir, «pero el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre» (1a Juan 2.17).

Sabiduría de san Pablo

Consideremos lo que nos dice el Apóstol San Pablo:

“Somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.” 

(Efesios 2:10 NTV)

 

Pablo refuerza nuestra identidad indicando que somos la obra maestra de Dios e incluso nos menciona que existe un propósito preparado de antemano por Dios mismo para seguir en nuestra vida.

Tenemos tarea

Es necesario que reconstruyamos nuestra identidad y busquemos el propósito para el cual fuimos creados… sólo en ese momento viviremos en paz!!!

 

Si aún no sabemos quiénes somos ni para qué fuimos creados, comencemos con un primer paso:

 

«TODO LO QUE RESPIRA, ALABE AL SEÑOR»

(Salmo 150.6)

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