Hola, te invito a este nuevo episodio donde estamos recorriendo por el acróstico P.E.R.D.O.N.: Pensar, Elegir, Renunciar, Decidir, Obedecer y Negar.
Ya vimos PENSAR. Para poder aprender a vivir perdonando, debemos pensar en el daño y en quién lo cometió. No olvidar, como algunos sugieren. Eso no es un consejo sabio. Al pensar podremos tomar mejores decisiones sobre el proceso de sanidad y sobre nuestras relaciones interpersonales.
Ahora vamos por el segundo concepto: ELEGIR. Quiero ser enfática en una cosa: no estamos discutiendo si perdonamos o no, sino qué pasos damos para aprender a perdonar 70 veces siete y tener una actitud perdonadora.
Este paso es esencial. Cuando nos han hecho mal, comenzamos a maquinar muchas maneras para sentir que hay justicia. Tal vez, pensamos en el daño y también en el agresor, tal como lo conversábamos en el primer episodio, no obstante, a la hora de ELEGIR, preferimos nuestros propios métodos de justicia.
Algunos aseguran que perdonar es un evento instantáneo. Solo lo dices y ya. Sin embargo, es un proceso que requiere de tiempo y esfuerzo, pero se puede acortar a medida que lo practicamos.
Si crees en Dios y conoces su esencia, este paso será un poco más llevadero. Dios es por esencia un Dios justo, no hay dobleces en Él ni actúa por revanchismos o caprichos. Por lo tanto, entre tu justicia y la justicia de Dios, la primera elección será optar por la justicia de Dios. Recuerda dos cosas: Dios también ama a esa persona y nosotros hemos estado en ese lugar muchas veces. No nos gustaría quedar en manos vengativas e injustas.
San Pablo nos llama a esforzarnos en hacer lo que corresponde y que ninguno de nosotros pague mal por mal (1 Tesalonicenses 5.15). No es nuestro trabajo.
Dios sabrá cómo tratar a ese hijo o hija que hirió a otro miembro de Su familia. Ciertamente, hay consecuencias y la disciplina no se dejará esperar, pues Dios nos ama.
Vienen a mi mente los reclamos de Habacuc. Tanto daño que habían sufrido como pueblo de Dios, aún así, veía a sus agresores prosperando y sentía que no había justicia para ellos. No obstante, aunque sus ojos no vieran lo que esperaba, eligió la justicia de Dios por sobre la suya. Aunque nada sea como quería que fuese, dejó en Dios la justicia pues Él era su rescatador (Habacuc 3.1-19).
Esta elección lleva a una segunda, que casi cae de perogrullo: Elige tu salud emocional por sobre la tormenta que conlleva cargar con el peso de impartir justicia. El profeta Isaías dijo que la justicia de Dios traerá para siempre paz, tranquilidad y confianza (Isaías 32.17).
Entendamos que ya hemos decidido perdonar, pero estos pasos nos permiten definir la dirección de nuestra vida en lo sucesivo. Perdonar incluye hacernos cargo del proceso que significa extender el perdón. San Pablo lo dijo en la carta a los romanos: “Si vivimos pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos separados de Dios. Pero si pensamos solo en lo que desea el Espíritu Santo, entonces tendremos vida eterna y paz” (Romanos 8.6).
Creemos que solo alcanzaremos la paz si vemos a la otra persona destruída o en el suelo. Pasamos tiempo pensando en eso y lo imaginamos con lujo de detalles. Pero eso solo nos llevará a nuestra propia destrucción.
Recuerdo en este momento la historia de Moisés cuando fue elegido por Dios para llevar a Israel a la Tierra Prometida. Moisés le dice: “Me has dicho todo lo que debo hacer, pero aún no me dices quién me ayudará en esto, pues el pueblo es tuyo y no mío” (Éxodo 33.12-13). La respuesta de Dios me estremece, y es la respuesta que nos da hoy cuando enfrentamos grandes desafíos, le dijo: “Yo mismo voy a acompañarte y te haré estar tranquilo” (Éxodo 33.14).
¿Acaso no es maravilloso?
La frase 70 veces siete me la imagino en la práctica de esta manera: vamos por la vida con cicatrices por las heridas que otros nos han causado y al ir recordando o enfrentando algunas consecuencias de ese daño, volvemos a perdonar. Una y otra vez, volvemos a perdonar.
Pero aquí es donde la promesa de Dios es conmovedora. En cada uno de esos momentos, donde pareciera que la herida vuelve a sangrar, Él va con nosotros y nos da reposo. Aquieta nuestro corazón afligido y nos acompaña para llegar a destino.
Tienes que ELEGIR. Delante de ti están puestas la vida y la muerte, la bendición y la maldición, elige bien, escoge vivir (Deuteronomio 30.19). Elige la justicia de Dios por sobre la tuya y tu sanidad interior antes que la tormenta.
Haz del perdón, tu estilo de vida.