El Príncipe de la Vida
Muchas habían sido las maravillas hechas por Jesús en sus años de ministerio, pero este era sin duda un evento diferente (estaba a días de enfrentar su propia muerte)y se presenta como el Príncipe de la Vida.
Ya había resucitado a la hija de Jairo (Marcos 5.21) y al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7.11), y ahora se encontraba frente al sepulcro de su amigo que había muerto hace cuatro días. Estaba bajo la mirada acuciosa del Sanedrín, que vigilaba todos sus pasos para acusarlo de blasfemia. Pero nada lo detuvo para volver a Judea y realizar este grandioso milagro.
Hace unos días había dicho: Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia. Ahora era el momento de traer vida a su mejor amigo. También había dicho: Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla. Esto lo dijo pues sabía que se acercaba el día de su muerte, pero quería que sepamos que Él entregó su vida por amor a nosotras y que resucitaría para darnos vida inagotable.
Marta y María le reprocharon su tardanza, entonces Jesús les dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Puedes creer esto?
Y ante este escenario, Jesús lloró.
Aún conmovido pidió que quiten la piedra que sellaba el sepulcro. Alzó los ojos al cielo, agradeció al Padre y llamó a Lázaro a la vida.
Jesús llora hoy también, por todas las que aun viviendo están muertas sin propósito ni esperanza. El ladrón vino a robar, matar y destruir, pero Jesús vino a cambiar nuestra condición, vino para quitar la piedra y llamarnos por nuestro nombre a la vida.
Hoy, el que puso su vida en favor nuestro voluntariamente y la volvió a tomar para interceder por nosotras, se presenta como “la resurrección y la vida”. ¿Algo en nuestra vida se muere? Nuestro gozo, las ganas de vivir, nuestros sueños, alguna relación, nuestros proyectos… Jesús quiere resucitar lo que hoy se muere y traer a la luz lo que permanecía en el sepulcro.
Escucha su voz, te llama por tu nombre. Ha estado llorando por ti y sólo quiere que te levantes y vengas a Él para recibir su vida desbordante.