El Gran Médico

Vamos avanzando en el libro de Juan y en este capítulo vemos a Jesús  como el Gran Médico. Primeramente, se acerca a un paralítico que estaba junto al estanque de Betesda y le hace una pregunta muy particular: “¿quieres ser sano?”

A veces que nos acostumbramos a nuestras dolencias o enfermedades. Es más, a tal punto que las llamamos nuestras: mi dolor de cabeza, mi diabetes, mi reumatismo, mi…mi…mi, y se vuelven nuestro cartita de autocompasión.

Dios tiene todo el poder para sanarnos e incluso podemos tener toda la fe que Él lo haría, pero ¿queremos ser sanadas? Estamos frente al gran médico, no es necesario hacer largas filas para tomar hora. Tampoco esperar que el ángel venga a agitar las aguas, al contrario, simplemente presentarnos ante Él con un corazón dispuesto, creyendo que Quien conoce “todas aquellas cosas que fueron luego formadas” puede y quiere sanarnos. 

No solo heridas físicas…

Además, Jesús se está refiriendo a mucho más que heridas físicas, también del alma. Conoce nuestro corazón que está sufriendo por heridas de maltrato y soledad, de rechazo y abandono, de vergüenza e injusticia. No te hará muchas preguntas, sólo te dirá: ¿Quieres?

Hemos vivido años con esta carga encima siendo que Él llevó nuestros dolores en la cruz y fue el precio de nuestra paz. Debido a ese pago, no es necesario seguir viviendo con culpas o temores, su sanidad es gratuita y eterna. El profeta Isaías lo describió muy bien al decir que sería el sanador, el libertador, y eso ha sido hasta hoy. Porque Jesús no es un personaje de la historia, Jesús es la historia y vive hoy para continuar haciendo lo que tanto le gusta: sanar.

Finalmente, tal es su interés en sanarnos que en el relato lo hace en un día de reposo. No hay excusas, no hay pausas, no hay inconvenientes ni temas más importantes que los tuyos. De la misma manera que con el paralítico, Jesús siempre está a la espera de salvar tu alma. Por eso, no dudes en acercarte a pedirle sanidad… sólo debes querer.

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