El Buen Pastor.

En este capítulo del libro de Juan vemos a Jesús no sólo como un pastor, sino el Buen Pastor. Ese que da su vida por las ovejas y conoce muy bien su rebaño. Cuando vemos el desfile de personas que transitan por esta vida sin Jesús es como observar un rebaño de ovejas sin su pastor. Errantes, inestables, desorientadas y sin rumbo.

Una hermosa ilustración.

Jesús dice que sus ovejas reconocen su voz y lo siguen. Esta ilustración me encanta porque escuchamos tantas voces, muchos se toman la atribución de decir tantas cosas de nosotras, pero debemos decidir a quién escuchar y a quién seguir. De hecho, el diablo quiere mentirnos y nos traerá a la mente pensamientos de condenación, que nos aturden y bajonean. Si eso estás escuchando no le creas,, pues Jesús no vino a condenar al mundo sino que el nosotras seamos salvas por Él.

Jesús está en la entrada del redil y nos dice que es la puerta por la cual podemos entrar. Sin Él no podríamos acercarnos al Padre pues Él hizo que el velo se rasgara en el templo y podamos entrar confiadamente a su presencia. Dice además que podremos vivir en plena libertad y encontraremos verdes pastos para deleitarnos.

¿Puedes reconocer la voz de tu Buen Pastor?

Te está llamando. Ciertamente a medida que más nos acerquemos a Él y pasemos tiempo escuchando su voz, será más fácil poder reconocerlo y saber cuando nos susurra al oído.

Debemos estar agradecidas por tener un Buen Pastor como Jesús, que nos pastorea con caricias y firmeza, que cura nuestras heridas y que acude al risco si es necesario a buscar a la que se perdió. Hago mías las palabras del salmista cuando dice: El Señor es mi pastor, tengo todo lo que necesito. Él es mi suficiente, no busco nada más en esta vida pues todo lo tengo con Él. 

Su ternura me cautiva, me ha atraído hacia Él cuando andaba despistada por la vida, sin saber dónde ir; me ha llevado en sus brazos cuando las fuerzas me eran insuficientes y cuando mis heridas no me dejaban avanzar. Pero sus heridas me sanaron. 

 Un día vendrá como el Pastor Supremo trayendo una corona a cada una de nosotras que escuchó su voz y no dudó de ir tras sus pisadas.

¡Cómo no acudir a sus brazos! Nos llevará por tiernos pastos… no dudemos de dejarnos pastorear por el Buen Pastor.

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