
Por Carolina Neira Campos
Hace poco te escribí sobre la manera de vencer la autocompasión (y digo “la manera” pues creo firmemente que no hay más esperanza que sólo en Dios).
Lee el artículo anterior.
Ahora quisiera dedicarle un tiempo a unas líneas más íntimas, personales e incluso incómodas: mi propia experiencia.
Quiero que entiendas que lo que a mí me pasó puede ser muy distinto a lo que te suceda a ti, por lo cual es importante que consideres tus tiempos a solas con Dios para que Él te revele lo que pasa contigo y en ti.
En las próximas líneas no hay juicio, no estaré culpándote de nada, simplemente quiero compartirte lo que Dios ha estado revelando a mi vida y lo que aún sigue haciendo.
La autocompasión en mi vida
Hay dos versículos que ilustran muy bien este proceso en mi vida:
“Con paciencia esperé que el Señor me ayudara, y él se fijó en mí y oyó mi clamor. Me sacó del foso de desesperación, del lodo y del fango.
Puso mis pies sobre suelo firme y a medida que yo caminaba, me estabilizó. Me dio un canto nuevo para entonar, un himno de alabanza a nuestro Dios.
Muchos verán lo que él hizo y quedarán asombrados;
pondrán su confianza en el Señor.”
Salmo 40.1 – 3
“No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús.”
Filipenses 4.12 – 14
ALGUNAS IDEAS A CONSIDERAR:
La autocompasión es el sentimiento de tristeza por nosotras mismas, que se produce el vernos padecer y que en definitiva creemos que lo merecemos.
Tiene su origen dentro de nosotras por situaciones que han ocurrido en nuestro entorno. No significa que todas los que hayan tenido experiencias dolorosas, manifestarán sentimientos de autocompasión. Muchas veces, un episodio actual detona la autocompasión, pero su origen es el recuerdo de otro evento pasado que no fue sanado.
Cada una puede ser más o menos predispuesto a la autocompasión y tiene que ver, no con lo que le ha ocurrido, sea el dolor grande o cruento, sino de las mentiras que puedan estar dominando nuestra mente.
Mientras otros te digan enfócate en las cosas buenas de tu entorno o en tus propias bondades, por mi parte quiero invitarte a que te enfoques en nuestro Dios, fiel, eterno, inmutable y, por sobre todas las cosas, te ama.
Vivimos en una confrontación que no terminará hasta que Cristo venga otra vez por nosotras. Por eso, no te extrañes que seas influenciada por pensamientos de oscuridad. Pero tenemos esperanza en Cristo y Él traerá la luz a nosotras.
La autocompasión te aleja de las responsabilidades, te infunde temor, te aparta del compromiso y es adictiva. Te hace ver como una persona débil y eso, a veces, nos acomoda.
Como ya sabrás somos seres tripartitos: estamos formadas con espíritu, alma y cuerpo. Mientras el cuerpo es la parte de nosotras que está en contacto con nuestro entorno físico por medio de los sentidos (audición, vista, tacto, olfato y gusto), nuestro espíritu es el que está en contacto con el Espíritu de Dios. Por su parte, el alma estará al servicio de uno u otro: espíritu o cuerpo.
La autocompasión no sólo es dañina sino también peligrosa. Nos tienta a considerar nuestros males como superiores a los del resto; y a los del resto, como poca cosa (1 Corintios 10.13: “Las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel”). Peligrosa incluso cuando nos disponemos a servir a Dios, pero bajo el miedo del rechazo (necesidad de aceptación) o la necesidad de trascendencia, demostrando así que valemos por lo que hacemos. Todo eso es pecado.
Además, tiende a ser como un imán para otros que estarán alimentando tu sentir.Justifica otros pecados y busca la reivindicación del Yo (Ego), volviéndonos ególatras e idólatras.
Debes tener claro que una cristiana puede sentir autocompasión. No creas a los que te digan que si crees en Dios entonces no debieras abrigar estos sentimientos. En la Biblia podrás encontrar varios ejemplos («Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos me ven, se ríen de mí» Salmo 21: 6), pero a continuación te explicaré uno muy real y cercano: mi vida.
Situaciones que Dios me mostró dada mi autocompasión
1. Abuso reiterado:
Una de las primeras cosas que Dios hizo, fue revelarme (trajo a mi memoria luego de haberlo reprimido por más de 20 años) una serie de abusos que había sufrido en mi niñez. Por varios años fui víctima del pecado de otros, lo cual fundó en mí una serie de mentiras que configuraron mi comportamiento. Claramente, había una situación real para sentir lástima por mí misma pero ese sentimiento se había volcado en un estilo de vida. La autocompasión se vive en silencio y es muy íntima. Seguí sonriendo cuando por dentro estaba hecha pedazos.
Dios comenzó a reforzar el convencimiento que:
a)El pecado era de otros y no mío y que no tuve culpa en el acto de otros. (Salmo 37.1-2: No te inquietes a causa de los malvados… como las flores de primavera, pronto se marchitan.)
b)Que Él me ama (Jeremías 31.3: “…desde siempre te amé…)
c)Que debo perdonar (Mateo 6.14: “Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial.”)
d)Y algo que me dio vueltas: Él estuvo ahí (Mateo 28.20: “Estoy contigo todos los días …”)
2. Inseguridad:
Dada la experiencia mencionada, comencé a crear un sentimiento de inseguridad. Me sentía más cómoda pasando inadvertida. Le temía al error, al rechazo, a la reprobación, a no cumplir con un estándar esperado. Temía tener nuevas relaciones para no ser nuevamente victimizada. Cuando decía que yo era más bien tímida, no me creían, pero por dentro eso sentía. La autocompasión te confunde, te inseguriza.
Dios comenzó a decirme:
a)Eres humana y así te amo. Yo quiero cambiar lo que sea necesario (Romanos 12.2: “… cambiar la manera de pensar…” y Filipenses 1.6: “Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva.”)
b)Puedes equivocarte… relájate (1 Juan 2.1: “Mis queridos hijos, les escribo estas cosas, para que no pequen; pero si alguno peca, tenemos un abogado que defiende nuestro caso ante el Padre.”)
c)Yo soy la roca inconmovible de los siglos… aférrate a mí (Mateo 7.24: Parábola de los dos cimientos y 1 Timoteo 6.19: “… pongan su seguridad en Dios…”)
Y más…
d)Cristo sufrió el rechazo en mi lugar y me entiende muy bien. (Isaías 53.3-5: “Fue despreciado y rechazado… para que nosotros estuviéramos en paz”)
e)Él está conmigo aunque otros planeen mi mal (Salmo 3.5-6: “Yo me acuesto, me duermo y vuelvo a despertar, porque el Señor me sostiene. No me asustan los numerosos escuadrones que me acosan por doquier.” Y Salmo 27.3: “Aun cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón; aun cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza.”)
3. Ceguera espiritual:
Aunque soy creyente desde niña era necesario que Dios me mostrara algunas verdades que aún estaban ocultas. Muchos versículos aprendidos de memoria comenzaron a tener vida y sentido para mí. Caer en la autocompasión te bloquea los sentidos más fuertes y te hace débil.
Dios comenzó a mostrarme que:
a)Debía mirar las situaciones de la vida del punto de vista de Dios (Mateo 17.22-23: “Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo por decir semejantes cosas. —¡Dios nos libre, Señor! —dijo—. Eso jamás te sucederá a ti. Jesús se dirigió a Pedro y le dijo: —¡Aléjate de mí, Satanás! Representas una trampa peligrosa para mí. Ves las cosas solamente desde el punto de vista humano, no desde el punto de vista de Dios.”)
b)Dios algo estaba haciendo en mí, no me había dejado sumida en mi miseria (Juan 5.17: “Pero Jesús respondió: «Mi Padre siempre trabaja, y yo también».” Y 2 Reyes 6.17: “Entonces Eliseo oró: «Oh Señor, ¡abre los ojos de este joven para que vea!». Así que el Señor abrió los ojos del joven, y cuando levantó la vista vio que la montaña alrededor de Eliseo estaba llena de caballos y carros de fuego”)
Y no sólo eso…
c)Dios siempre me espera a pesar de mi condición (Hebreos 10.22: “Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe” y Génesis 3.8-9: “oyeron al Señor caminando por el huerto. Así que se escondieron entre los árboles. Entonces el Señor llamó al hombre: —¿Dónde estás?)
d)Aunque a veces la peor condena venía de mí misma, Dios me dice que Él no me condena (1 Juan 3.20: “aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo.” Y Juan 8.10-11: “ Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer:—¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó? —Ni uno, Señor —dijo ella. —Yo tampoco te condeno —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.”)
4. Falsa Identidad:
Hasta los 26 años conocí a Dios sólo como Señor. A esa edad supe que también era mi Padre, por tal razón por un tiempo me sentí huérfana. Antes de eso me costaba entender que pudiera haber más cercanía con Él que el trato de un siervo a su superior. Me era difícil reconocerme como una persona digna de ser amada y peor aún, siempre estaba con la inquietud de no tener valor (ni ser considerada por los demás) por no tener marido. Fue la etapa donde la autocompasión hizo estragos.
La primera reacción ante las situaciones vividas (o al volver a recordarlas) fue “¿Por qué a mí?”. Estaba muy profundamente arraigada la sensación que yo no debía pasar por eso. Después de todo, era una buena hija, aplicada en el colegio, participaba activamente en la iglesia… y bla, bla, bla. Cristiana y todo, pero tenía un alto concepto de mí misma. En definitiva, mi mente me repetía: No te lo mereces, algo salió mal, hubo un error, “alguien” no está haciendo su trabajo. Obviamente, ese “alguien” era Dios y de alguna manera comencé a culparlo.
Luego del orgullo descarado, comenzó una etapa más pegajosa y profunda: “En realidad, me lo merezco”. Esta sensación me llevaba a pensar que toda palabra hiriente o nuevos actos de abuso (revictimización) tenían su justificativo de antemano: Me lo merezco
Dios comenzó a ministrarme así:
a)Soy su hija amada y Él es mi suficiente (Salmo 73.25: “¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.”)
b)Cristo murió por mí porque me ama y Él me da el valor (1 Pedro 1.18-19: “Pues ustedes saben que Dios pagó un rescate para salvarlos de la vida vacía que heredaron de sus antepasados. No fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha.”)
c)Es necesario que considere lo que Dios piensa de mí y no lo que yo pienso de mí misma (Romanos 12.3: “…ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado.” Y Efesios 3.10: “somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús”)
y sigue…
d)Hay un gozo más sublime que mi vergüenza (hebreos 12.2: “Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba.” Y 2 Timoteo 1.12: “Por ese motivo padezco estos sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado.
e)Soy hija de la gracia (Lucas 15.21.22: “Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo”. Sin embargo, su padre dijo a los sirvientes: “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies.”)
5. Disfrute del sentimiento:
Esta emoción es difícil de explicar y aunque trato de ser coherente, suena absurdo. Pero en cierta medida, me gustaba sentirme así: desprovista, frágil, víctima… abrigaba esa sensación de “pobrecita de mí” y llegaba a mi cuarto para confirmar que todo lo que sucedía, de algún modo, estaba bien. La autocompasión en su máximo esplendor.
Dios me mostró lo que debo hacer:
a)Debo reconocer lo que siento y dejar que Cristo me libere (Isaías 61.1: “… Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros…”
b)Debo dejar de mirarme a mí misma como mesa de centro y ver la necesidad que hay en otros a) (Mateo 9.36: “Cuando vio a las multitudes, les tuvo compasión, porque estaban confundidas y desamparadas, como ovejas sin pastor. “ y Filipenses 2.4-5: “ No se ocupen solo de sus propios intereses, sino también procuren interesarse en los demás. Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús.”)
6. Falta de agradecimiento:
es más fácil agradecer cuando las alacenas están llenas, pero mucho más difícil será cuando tenemos el sentimiento de la autocompasión en nuestro corazón. Lo anterior produce en nosotras esa sensación de descontento y termina haciéndonos codiciosas.
Además, opacamos el concepto de Dios, al considerarnos mejores de lo que somos o con más mérito para tener mejores cosas. Me enfocaba en lo que había perdido (y quería recuperar) más que en lo que aún tenía y dejé de ser agradecida.
Dios comenzó a mostrarme:
a)Lo bello de la adoración cuando pensamos en Él y no en nosotros (Salmo 30.1: “Te exaltaré, Señor, porque me levantaste»)
b)La queja a nada nos lleva, sólo el agradecimiento nos hace crecer (Habacuc 3.17-18: “Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!”)
c)Hay un propósito mayor en todo lo que vivimos y Él tiene el control (Romanos 8.28: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman”)
y como si fuera poco…
d)Nada puede opacar lo que Dios ha hecho por mí, y aunque no haga nada más (lo que es imposible) ya es suficiente para mi permanente adoración (Efesios 2.8: “Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.)
e)Que Él me está enseñando a administrar lo que tengo(Mateo 25.23: “Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!””)
Base bíblica
Me gusta fundamentar todo en lo que Dios dice de mí. No sé si algo de esto te sirva, tal vez todo, tal vez nada. Sólo intenté compartir mi experiencia y espero que pronto puedas conocer la tuya. Pero ante todo, que el nombre de Cristo sea glorificado.
y no olvides…
El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia. … ¡el amor durará para siempre!
1 Corintios 13:4-8